DAVID ORTIZ, UN ESPEJO
“¡Mírate en ese espejo!” Dicen expertos de la vida al vernos en dirección al error. David Ortiz, protagonista de tres campeonatos con los Media Rojas de Boston; mejor bateador designado en la historia de las grandes ligas; seleccionado a diez juegos de estrellas; ganador de 7 bates de plata; dueño del récord de jonrones dentro de su equipo; símbolo de fortaleza y esperanza, escogido por la ciudad de Boston para el discurso después de los atentados; y creador de una fundación que ha devuelto la felicidad a miles de niños afectados de cardiopatía, hoy sufre una especie de “efecto rebote” por sus errores.
Todos sus méritos, que le han traído sensación de logro y admiración social, hoy les contrapesan eventos personales muy lamentables; creándole un impacto psicosocial tan contundente como lo fue su poder de bateo, sumiéndolo en una indescriptible tristeza que también contrasta su destacada corpulencia.
David es un hombre noble y bendecido, que ha gozado de la gloria humana, sin poder exonerarle ésta del asedio por sus desatinos; llevado a conflictos de intereses y rivalidades sentimentales de quienes se pelean por él y lo de él; encontrándose a merced de intenciones mal sanas de quienes identifican su debilidad emocional y saben cómo dañarlo; que usan cuestionablemente la figura de un niño sin importar la afección psicológica que esto pudiera significar, por estar desprovistos de las herramientas psicológicas para manejar “enredos” de adultos.
David es un espejo, que en el reverso de su moneda, nos muestra el error que todos debemos evitar: relaciones extramatrimoniales! De las cuales vendrían: conflictos “eternos” de pareja; malas relaciones interpersonales entre hermanos, de padres-padrastros, esposa y amante; problemas legales por intereses económicos; violencia física y psicológica; traumas por la negación de apellido… Consecuencias éstas que podrían turnarse en el tiempo y “azarar la existencia” mientras vida se tenga.
Todo este sufrir y derroche de malestar, inadvertidos cuando se está en telarañas de conquistas y placer, deberían tomarse en cuenta como aquellas películas a las que le negamos nuestro tiempo porque ya la vimos o nos la contaron.
Lic. Hanoi Vargas
Psicólogo Clínico