«El ser humano vive hoy en día como un animal en cautiverio»
Entrevista con Jose Luis Padilla Corral, médico psiquiatra y experto en Medicina Tradicional China.
Jose Luis Padilla es licenciado en Medicina y Cirugía, y especialista en Psiquiatría del adulto y del niño, y también en Geriatría. Además es titulado en Medicina Tradicional China por el Instituto Nacional de Acupuntura de Taipei, en Taiwán. En España fundó la Sociedad Española de Médicos Acupuntores.
Es también fundador y coordinador de las Escuelas Neijing en más de 15 países de todo el mundo, en las que se investiga la salud y desarrollo personal a través de las antiguas tradiciones incluyendo los basamentos de la medicina moderna. Actualmente dirige el Centro de Estudios y Desarrollo de la Medicina Tradicional TIAN, en Pozoamargo, Cuenca (España).
Sus perspectivas sobre la práctica de la medicina, la salud y la enfermedad han evolucionado a medida que su trayectoria profesional se ha extendido hacia enfoques más cercanos a la sabiduría oriental, lo cual le otorga hoy una atalaya privilegiada desde la que observar el efecto que el estilo de vida occidental produce en la salud integral del ser humano contemporáneo.
RT:¿Cree usted que el estilo de vida que las personas acaban desarrollando en el marco de sistema económico capitalista es malo para la salud?
J.L.P.: Sí, es totalmente patógeno. En este sistema se ha creado un nuevo hombre: el ‘homo economicus’, un hombre que está guiado por patrones económicos. Y claro, eso no responde a un patrón natural. Eso perturba el normal fisiologismo de la persona. Estar pendiente de los ingresos, de los gastos, del préstamo, de los impuestos, de lo que gana mi mujer, de lo que gano yo… genera un estado de ansiedad permanente.
De hecho, el nivel de natalidad ha bajado tanto que se está reduciendo la población… empieza a haber más muertes que nacimientos en España. ¿Esto a qué se debe? Pues a que hemos planteado la vida como una economía. Todo se ha economizado, y en ese contexto económico, que muchas veces es precario en cuanto a condiciones, ingresos, etcétera, las personas se plantean muy seriamente si tener un hijo o no, porque desde ese punto de vista se convierte en una carga, con los gastos que acarrea, la alimentación, la guardería…
RT: Es como si esta forma de vida, de alguna manera, nos esterilizara…
J.L.P.: Es que, de hecho, la cantidad de espermios en el hombre se ha reducido a la mitad con respecto a hace sólo 40 años. Como es una cantidad enorme la que se produce en la eyaculación, de momento sigue siendo fértil, pero la tendencia ya se refleja en los indices de natalidad de muchos países. Y no se trata sólo de la reducción de la fertilidad orgánica, sino del estilo del vida.
El ser humano vive hoy en día como un animal en cautiverio: entre la hipoteca, el coche, las vacaciones y todas las necesidades que se nos han ido creando, casi no se puede mantener a los hijos, y eso es grave. Y además…¿quién se va a hacer cargo de los hijos, si los dos padres tienen que trabajar? Hay que recurrir a los abuelos, o pagar una guardería… Por supuesto todo eso nos convierte cada vez más en una sociedad estéril.
Y no sólo a nivel reproductivo. También nos esteriliza en otras áreas de la vida, lo cual colabora mucho con la enfermedad: este sistema nos quita creatividad, la capacidad de crear y de percibir belleza, de disfrutar el arte… porque claro, estamos demasiado preocupados por ganar dinero. El capitalismo materialista es absolutamente cruel en ese sentido. Todo el mundo aspira a mejorar su nivel de vida, entendiendo que el nivel de vida está en relación con la capacidad económica. Y eso es una trampa, porque es falso: mi nivel de vida no depende de lo que yo gane; depende de cómo yo perciba la realidad. O de cómo yo me relacione con las personas. Mi calidad de vida depende de cómo yo contemple el mundo. Si lo contemplo con generosidad, con sociabilidad, con compromiso, con ayuda, aparece un mundo maravilloso. En cambio, si lo contemplo para dominarlo, para conquistarlo, para ganarlo y para ser un triunfador… el mundo se me convierte en una guerra.
RT: Precisamente usted suele defender que el ser humano no está hecho para el dolor. Dice que somos un ser afectivo, ‘almado’, animado, amoroso… pero que podemos caer en el «defecto» del poder, y eso nos produce dolor…
J.L.P.: Sí, porque yo creo que una de las causas de sufrimiento, dolor y enfermedad se produce cuando el ser humano, evolutivamente, se da cuenta de que ‘él puede’ con el tigre y se dedica a la caza; de que ‘él puede’ dominar las plantas y se dedica al cultivo… y entonces se hace sedentario y a partir de ahí delimita y rotula la tierra: ‘es mi tierra’. Entonces empieza la posesión, y la posesión genera la violencia… y desde entonces estamos en la guerra.
RT: Si el poder y la posesión producen violencia, sufrimiento y enfermedad, es fácil deducir que un sistema político basado en relaciones de poder y un sistema económico basado en la propiedad privada y en la posesión, generen mucho sufrimiento y enfermedad, ¿no?
J.L.P.: Es inevitable. Por eso yo insisto siempre en que vivimos en estado de guerra. Después existen lo que llamamos propiamente guerras, con armas y bombas, la guerra de Siria, etcétera. Pero la vida cotidiana es un estado de guerra. Basta conducir por una autopista o por cualquier ciudad para darse cuenta.
Fíjese, incluso la medicina se plantea como una guerra. A las infecciones se les declara la guerra y se les ataca con antibióticos. Y está la multinacional correspondiente que hace antibióticos, claro. Al cáncer se le declara la guerra y se le ataca con quimioterapia… es decir, todo el modelo está basado en una lógica de guerra. Y eso afecta a nuestra percepción del mundo y la condiciona.
RT: ¿Cree que en la mentalidad occidental contemporánea hay una buena noción de lo que es salud y lo que es enfermedad?
J.L.P.: No, no lo creo. Creo que se parte de la base de que todos somos potencialmente enfermos. Desde mi punto de vista, en cambio, todos los seres humanos son sanos. Incluso cuando están enfermos, considero que están ‘en un estado adaptativo de salud’. En consecuencia, bajo esta óptica, no existe la enfermedad.
La enfermedad es un proceso que ha creado el propio poder, a través de frustraciones, prohibiciones y manipulaciones a lo largo de la historia. Los esclavos son un buen ejemplo. Morían antes que sus señores porque recibían palizas, jornadas abusivas de trabajo, mala alimentación y pésimas condiciones de vida. En cambio sus señores vivían más, porque su vida era mejor, se alimentaban mejor… Todas esas relaciones de poder se han adaptado a los tiempos y siguen infiltradas en nuestra vida cotidiana y se han normalizado. Y las enfermedades derivadas también. Por ejemplo, el estrés emocional crónico. Ya se ha demostrado que el estrés emocional crónico produce inflamación crónica; todo el organismo reacciona de forma inflamatoria. Y a partir de ese tipo de inflamación se producen los tumores malignos. Hoy sabemos que el estrés crónico afecta a casi la mitad de la población mundial. Por eso digo que vivimos en un verdadero estado de guerra.
RT: La medicina occidental contemporánea aún pervive un enfoque en el que se separan claramente los trastornos mentales de los físicos… y la esfera emocional de la persona tiene muy poco protagonismo. ¿Cómo valora usted este enfoque?
J.L.P.: Este enfoque es producto del mismo poder que genera una materialización del concepto de vida. Entonces todo empieza a verse desde una óptica materialista. De ese modo, si un paciente tiene ansiedad, se entiende que hay un neurotransmisor en su cabeza que no funciona bien, porque tal vez le falte magnesio, potasio o lo que sea… y se hacen pruebas analíticas, etcétera. Pero no se atienden los factores personales; quizá se deba a que el paciente discute frecuentemente con su pareja y está angustiado por eso. Y sí, claro, los neurotransmisores pueden estar alterados, claro que lo están, pero por la consciencia ‘inmaterial’ de un problema. Y si eso se trata en el plano de lo material, pues no resuelve realmente el problema.
En mi consulta, a la historia clínica de una persona, yo la llamo «historia de vida». Yo no le pregunto a la persona que viene a verme «qué le sucede». Le pido que me cuente un poco su vida, sus preocupaciones, de dónde viene, dónde ha nacido…
Verá, hay muchas enfermedades que ya deberían haber desaparecido. Pero en lugar de eso, se han hecho crónicas. Y ha ocurrido así porque los laboratorios de investigación no han querido desarrollar el remedio que cure esa enfermedad. En lugar de eso, prefieren sacar algo que la mantenga. Es más rentable sacar algo que combata el síntoma en lugar de la causa, y que mantenga así el paciente enganchado al producto.
Pero claro, generalmente para tratar las verdaderas causas hace falta mucha charla con el paciente, mucha cercanía, mejorar sus condiciones de vida en general: ejercicio, alimentación… hace falta humanizar la medicina, en definitiva, mediante estrategias naturales. Entonces se deja de necesitar la pastilla, el ansiolítico, o lo que sea.
RT: ¿Y la responsabilidad de los pacientes? ¿No deberíamos tal vez los ciudadanos ser menos dependientes de eso que se llama «las autoridades sanitarias»? Y en ese sentido… ¿No es alarmante el escaso conocimiento que tenemos las personas de hoy en día del funcionamiento de nuestro propio cuerpo, de qué función tiene cada órgano y de cómo remediar nuestros trastornos? ¿No es disfuncional en sí mismo ese grado de ignorancia sobre nuestro propio organismo?
J.L.P.: Sí, y es muy alarmante. Porque ni en la escuela, ni en el bachiller, ni en la universidad se educa a la persona para que genere mecanismos de sanación por sí mismo. Nosotros tenemos un potencial sanador enorme. ¡Nosotros solos! Sin que intervenga ningún doctor, ningún especialista.