«La situación de algunas ya es de hambre»: las trabajadoras sexuales en El Salvador, las olvidadas de la pandemia
El distanciamiento social es una de la mejores armas contra la pandemia pero ha puesto en jaque el trabajo sexual. Entre las trabajadoras más vulnerables de San Salvador las deudas se acumulan y el hambre empieza a ser una amenaza real.
«Nos han tirado al olvido», dice Zoyla Rivas, una veterana trabajadora sexual –43 años– que hasta la irrupción del COVID-19 se ganaba la vida en el turbulento centro de San Salvador, la capital salvadoreña. Desde que el 21 de marzo el Ejecutivo decretó la cuarentena obligatoria, no ha podido generar un tan solo dólar y literalmente vive de la caridad. «Nosotras somos humanas también», se desahoga.
Desde que la pandemia se desató se ha repetido hasta la saciedad que, por los volúmenes de las economías informales, Latinoamérica es una región difícil para los autoencierros en casa. Apenas se está hablando de ellas, pero las trabajadoras sexuales más vulnerables –hay cientos como Zoyla, quizá miles– vieron cómo de un día para otro desapareció su manera de obtener sustento.
«En este trabajo se vive a diario: con lo que iba ganando, iba comprando», dice. Zoyla trabaja en la calle Celis, en un sector de la capital –hoy clausurado– que concentra la prostitución destinada a los estratos empobrecidos de la sociedad salvadoreña. Las mujeres se ofrecen desde la puerta de cuartuchos de dos por tres metros. Zoyla cobra entre cinco y diez dólares por «el rato» con un cliente.