Pinin Brambilla, la mujer que dedicó más de 20 años a restaurar La Última Cena y a corregir el “gran error” de Leonardo Da Vinci
Pinin Brambilla fue una reconocida restauradora que, desde 1977, se embarcó en una de las labores más complejas y fascinantes en la historia del arte: la restauración de La Última Cena, obra maestra de Leonardo da Vinci. Este mural, considerado una de las creaciones más emblemáticas del Renacimiento, había padecido más de 400 años de deterioro, intervenciones fallidas y condiciones ambientales desfavorables.
Brambilla, quien falleció en 2020, dedicó más de dos décadas a devolverle a esta obra su esplendor original. Su meticuloso trabajo no solo rectificó errores cometidos por restauradores anteriores, sino que también reparó lo que muchos consideran el “gran error” de Da Vinci: la técnica experimental que aplicó en la pintura.
Gracias a su restauración, logró recuperar la humanidad y el carácter de los apóstoles que el maestro florentino había inmortalizado.
Al iniciarse en la tarea de restaurar La Última Cena, la pintura se encontraba en un estado deplorable. Como ella misma recordó, al ver la obra por primera vez no podía reconocerla: «No se podía ver la pintura original, estaba completamente cubierta de yeso y otras capas de pintura. Tenía cinco o seis capas encima», comentó años atrás en una entrevista con la BBC. Lo que Da Vinci había creado en 1498 era casi irreconocible, y su auténtica belleza estaba oculta bajo múltiples capas de materiales. Este daño se debía a la misma técnica que utilizó, la cual, aunque innovadora, resultó ser un gran error a largo plazo.
A diferencia de lo que era habitual en su época, Da Vinci optó por no emplear la tradicional técnica del fresco, que implica aplicar pigmentos sobre yeso húmedo. En su lugar, eligió una técnica experimental que consistía en aplicar óleo o témpera sobre yeso seco. Este método le permitió concentrarse más en los detalles, pero resultó ser perjudicial, ya que el óleo no se adhirió de manera permanente al muro, provocando que la pintura comenzara a deteriorarse apenas 20 años después de su finalización.
El escritor Walter Isaacson, en su obra *Leonardo da Vinci*, mencionó que la pintura empezó a desintegrarse poco después de la muerte del artista, un deterioro que se agravó por factores como la humedad que penetraba a través de las paredes y el humo de la cocina del monasterio. Además, La Última Cena sufrió daños durante la Revolución Francesa y la Segunda Guerra Mundial.
La Última Cena, restaurada en 1999, se mantiene como un testimonio de la maestría de Da Vinci y del legado de Brambilla.
Ante un desafío de tal magnitud, Brambilla inició su labor en 1977. Lo que la aguardaba era una restauración detallada y compleja que se extendió por más de 20 años. Este proceso no solo requirió la eliminación de las capas de pintura añadidas por otros restauradores a lo largo de los siglos, sino que también implicó una investigación exhaustiva para comprender las capas originales de Da Vinci.
Brambilla y su equipo realizaron pequeñas perforaciones en la pared para introducir diminutas cámaras que permitieran determinar cuántas capas de pintura se habían superpuesto a la obra original. Utilizando instrumentos quirúrgicos y lupas, fueron removiendo cuidadosamente estas capas del boceto original.
«Trabajamos con pequeños fragmentos en cada ocasión, enfrentándonos a muchas dificultades, ya que la pintura original era muy delicada, mientras que las capas superiores eran bastante resistentes», explicó Brambilla.
El proceso no estuvo libre de contratiempos. El equipo tuvo que lidiar con diversas dificultades técnicas y burocráticas, y en ocasiones, la restauradora se veía obligada a interrumpir su trabajo debido a la visita de dignatarios, lo que a menudo la mantenía alejada de la obra durante semanas. Además, el esfuerzo también tuvo un costo en su vida personal; Brambilla dedicó tanto tiempo a la restauración que esto impactó su vida familiar, viéndose en la necesidad de pasar largas jornadas lejos de su esposo e hijo, e incluso, en ocasiones, trabajando los fines de semana.
La restauración realizada por Brambilla suscitó controversia respecto a la intervención en la obra original. Fuentes: ABC.
Finalmente, en 1999, Brambilla concluyó la restauración. El resultado fue una obra notablemente más fiel a lo que Da Vinci había imaginado. Al quitar las capas de pintura, la restauradora logró revelar detalles sutiles que habían estado ocultos durante siglos. Las expresiones faciales de los apóstoles, por ejemplo, recuperaron su humanidad, y la carga emocional que Da Vinci había querido plasmar en La última cena se volvió más palpable.
«Ahora, los rostros de los apóstoles parecen vivir auténticamente el drama del momento», afirmó Brambilla, satisfecha con su labor.
Sin embargo, el proceso de restauración no estuvo exento de críticas. Algunos especialistas en arte argumentaron que se había eliminado en exceso la pintura original, mientras que otros defendieron la intervención, afirmando que la obra había recuperado la profundidad emocional que Da Vinci deseaba plasmar. A pesar de las controversias, Brambilla se sintió complacida con su trabajo, convencida de que la pintura había sido devuelta a su esencia original.
Pinin Brambilla siempre ha estado emocionalmente ligada a su trabajo. “Con cada obra que restauro, se queda una parte de mí”, reveló. La restauradora ha mantenido una conexión intensa con las piezas que ha restaurado, y La última cena no fue la excepción. Al concluir la restauración, experimentó una combinación de satisfacción y melancolía al tener que “dejar” una obra que había dejado una huella tan profunda en ella.