Sanna Marin, de ser la alumna “más pobre de la clase” a primera ministra
El meteórico ascenso de la mandataria finlandesa, de sólo 34 años, tiene tintes de sueño americano
¿Quién había oído hablar de Sanna Marin hace poco más de una semana? Probablemente muy pocos fuera de Finlandia, país del que era ministra de Transporte. Diez días después, su nombre ha dado la vuelta al mundo. Y sobre todo su edad. A sus 34 años, Marin se ha convertido en la primera ministra más joven del planeta al sustituir a Antti Rinne; un ascenso acelerado que sirve de ejemplo gráfico del éxito del estado del bienestar de los países nórdicos.
“Creo que era la alumna más pobre de mi clase”, explica ella misma en un blog personal.
Nació en Helsinki en 1985, pero creció en Pirkkala, un pequeño municipio cercano a Tampere, la tercera ciudad más grande de Finlandia, donde ahora vive con su marido y su hija de casi dos años.
Sus padres se divorciaron cuando era muy pequeña debido a los problemas del padre con el alcohol. Más tarde, su madre, que había crecido en un orfanato, entabló relaciones con una mujer. Marin fue criada por una pareja homosexual, algo que, según asegura, modeló sus ideas políticas. “Para mí, todas las personas siempre han sido iguales. No es una cuestión de opinión, es la base de todo”, afirmaba en una entrevista a la revista Menaiset hace cuatro años, justo después de salir escogida diputada en el Eduskunta (Parlamento finlandés) por primera vez. En ella relataba la sensación de haberse sentido “invisible” durante su infancia y adolescencia por no poder hablar abiertamente de su familia. “Es ahora, en el siglo XXI, que se ha abierto el debate sobre las familias arcoíris”, decía. “No éramos reconocidas como una familia real o una familia igual que las demás”, lamentaba.
Fue criada en el seno de una familia homosexual, algo que, según asegura, modeló sus ideas políticas
También el hecho de proceder de un entorno modesto ha actuado como moldeador de la Sanna Marin política. Fue la primera de su familia en completar el instituto e ir a la universidad, donde se graduó con un máster en Ciencias de la Administración, lo que agradece “al estado del bienestar finlandés y a los profesores alentadores y exigentes”, asegura.
Su madre dependía económicamente de las prestaciones estatales, y Marin decidió empezar a trabajar a los 15 años para no tener que pedir un préstamo para financiar sus estudios –la educación secundaria y terciaria es gratuita en Finlandia, pero el Estado ofrece préstamos para sufragar gastos relacionados y proporcionar seguridad económica a los estudiantes–. “Mi primer empleo fue un trabajo de verano en una panadería de Tampere”, relata Marin, que también se dedicó a repartir periódicos y trabajó como cajera y dependienta mientras estudiaba en la universidad. “No pedí un préstamo de estudios porque no estaba segura de poderlo devolver. La situación seguro que habría sido distinta si mi familia hubiera tenido unos ingresos más elevados”, argumenta.
Eso mismo era lo que le hacía ver la política como algo fuera de su alcance. “Durante mucho tiempo, la política me parecía algo para otra especie humana superior a mí. Nunca me habría imaginado que acabaría siendo mi trabajo”, añade en su blog, en el que cuenta que entrar a formar parte del Partido Socialdemócrata (SDP) fue una elección clara, aunque admite que también consideró los Verdes y la Alianza de Izquierdas. “Mi objetivo era, y sigue siendo, hacer del mundo un lugar mejor”, afirma.
En la universidad empezó a involucrarse en el movimiento estudiantil y se afilió a las juventudes socialdemócratas, llegando a ser candidata para el ayuntamiento de Tampere a los 22 años. El primer intento no fructificó, pero sí el segundo, y ahí empezó una ascensión fulgurante que la ha llevado a lo más alto en tan sólo siete años. En 2012 fue elegida concejal en Tampere, donde llegó a ser presidenta del consejo municipal y desde donde ganó popularidad y consiguió dar el salto al plano nacional. En el 2014 fue nombrada vicepresidenta del SDP y al año siguiente logró su primer escaño en el Parlamento. Marin sustituyó a Antti Rinne, presidente del partido y entonces líder de la oposición, durante una larga baja por enfermedad en diciembre del año pasado, a las puertas de unas reñidas elecciones generales, lo que supuso el preludio de lo que ha acabado con su sustitución al frente del gobierno. Su próximo objetivo es la presidencia del SDP, que Rinne pretende atesorar más allá del congreso del partido en verano del año que viene. Marin ya ha anunciado que tiene intención de disputársela.
Ubicada en el flanco más izquierdista del SDP, Marin logró imponerse en la sobrevenida carrera para sustituir a Rinne como primer ministro, en la que se enfrentaba a Antti Lindtman, considerado la opción más continuista al representar el ala sindicalista del partido, de la que también forma parte el expremier.
La nueva mandataria finlandesa es una firme defensora de las causas feministas y medioambientales, y se declara “profundamente preocupada por el ascenso de los movimientos populistas”. Y, de hecho, no tiene que mirar muy lejos. Ante sí tiene el reto de reflotar a los socialdemócratas ante unos Verdaderos Finlandeses tan crecidos que ya son, de largo, la primera fuerza en intención de voto.