La represión de Ortega no se detiene ni ante los muros de las iglesias
«Disparo certero en la cabeza. Sus companeros lloran de impotencia. Los doctores tratan de salvarle la vida». Así relataba este sábado por la mañana (tarde en España) el corresponsal de la BBC en Nicaragua, Ismael López, a través de su cuenta de Twitter, la muerte de uno de los dos jóvenes que cayeron por las balas de paramilitares afines al Gobierno del presidente Ortega. «Gerald era de Masaya, tenia 20 años y estudiaba para ser técnico en construcción en la UNAN», añadía más tarde el periodista.
«Lamentamos el fallecimiento del joven Gerald Vázquez esta mañana en nuestra parroquia víctima del ataque despiadado sufrido en la iglesia por más de 16 horas continúas», confirmaba después la Arquidiócesis de Managua a través de un comunicado. Pero Gerald no sería el único en morir por los disparos de los paramilitares. El cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), mediadora en la crisis abierta entre la oposición y el gobierno de Orteg a, era el encargado de confirmar la muerte no de uno, sino de dos jóvenes, así como la existencia de numerosos heridos. El segundo joven fallecido, confirmado por la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) pero no identificado, habría muerto en las barricadas levantadas en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), según informó la prensa local, donde llevan semanas encerrados docenas de estudiantes pidiendo la salida del presidente Daniel Ortega.
Los paramilitares iniciaron el ataque al mediodía del viernes y duró unas 18 horas, según los medios locales. Algunos jóvenes lograron salir del recinto y se refugiaron en la parroquia Divina Misericordia, donde varios médicos atendieron a los heridos.
Jóvenes, curas y periodistas
Ismael López ha sido uno de los altavoces de esta tragedia. Él, junto a otros tres periodistas, permaneció encerrado durante horas junto a decenas de jóvenes que protestaban contra el régimen de Ortega, primero en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y después en la iglesia. «Docenas de estudiantes nicaragüenses, junto con sacerdotes y periodistas están atrapados ahora mismo en el interior de la UNAN mientras paramilitares disparan fuera. A las ambulancias no les permiten entrar y hay heridos», relataba también el corresponsal del «Washington Post», Joshua Partlow, a las ocho y media de la tarde del viernes (cuatro y media de la mañana, hora española). Acosados por las balas, los jóvenes y los periodistas corrieron a refugiarse en una iglesia cercana, la parroquía de la Divina Misericordia de Managua, pensando que allí estarían seguros. Pero no fue así.
«Estoy con los estudiantes y sacerdotes dentro de una iglesia nicaragüense y la gente está disparando cerca. El cura está hablando por la radio y pidiendo ayuda», escribió en su cuenta de Twitter Partlow, antes de que el Gobierno le permitiera salir. Pero no así a sus colegas nicaragüenses, que continuaron siendo víctimas del hostigamiento progubernamental y eran testigos de imágenes de gran dureza, con jóvenes heridos que recibían los primeros auxilios pero no podían ser evacuados.
«Los jóvenes aquí mandan audios a su familia despidiéndose. Temen lo peor. Al fondo una que ya fue torturada dice muy segura: primero me suicido y no me dejo agarrar viva, mostrando un pedazo de vidrio que ya tiene preparado», escribió López, que minuto a minuto, hora a hora, fue describiendo todo lo que sucedía al resto del mundo y también a organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). «Nos dan de desayuno una lluvia de balas. Ráfagas interminables de bala desde el parque contiguo a la iglesia», comentó en un mensaje en el que etiquetó a Paulo Abrao, secretario general de la CIDH, para alertarle de lo que estaba sucediendo.
Liberación
Horas más tarde llegaron a la iglesia miembros de la CIDH y de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), y gracias a la mediación del presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Leopoldo José Brenes, y el nuncio apostólico Stanislaw Waldemar Sommertag , los jóvenes fueron liberados –entre cánticos religiosos y el himno nacional– y trasladados a Catedral de Managua, según informó Silvio José Baez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua.
Baez criticó muy duramente al Ejevutivo nicaragüense ante este incremento «injustificable» de violencia, que ya acumula más de 350 muertos: «El Gobierno de Nicaragua atraviesa el límite de lo inhumano y de lo inmoral. Represión criminal desde la noche del viernes contra civiles, la mayoría estudiantes, es condenable bajo todo punto de vista», colgó en su cuenta de Twitter, al mismo tiempo que hacia un llamamiento: «¡La comunidad internacional no puede ser indiferente!».
Mientras la parroquia era asediada durante horas por los paramilitares, a un kilómetro de distancia, en la misma ciudad de Managua, tenía lugar una vigilia improvisada a la espera de que los jóvenes pudieran ser evacuados.
Esta última demostración de extrema violencia por parte del gobierno de Ortega coincide con un paro de 72 horas que comenzó el pasado viernes y está previsto que concluya hoy, con el que la oposición quiere presionar para que se adelanten las elecciones prevista para 2021 a el próximo año.
En paralelo a la huelga han seguido celebrándose manifestaciones y protestas en todo el país, que los seguidores del presidente nicaragüense han querido neutralizar con una contramarcha organizada, el pasado viernes, por el oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).